viernes, 15 de agosto de 2008

The Brian Jonestown Massacre en el Luxor























No se si aún quedarán lectores por aquí. Lo cierto es que caí dentro del enorme universo de gente que se abre un blog, cuelga posteos por un tiempo y luego lo abandona porque se aburrió, no tiene un carajo que decir o lo considera una pérdida de tiempo. En fin...tampoco se si este nuevo posteo marca un renacer de Serge&Destroy, o si es la lápida sobre la tumba.

Lo que pasa es que no quería dejar de comentar lo bien que la pasamos con L y H en Koln, Alemania. Es curioso lo que nos pasó y para contarlo paso a hilar una cadena de acontecimientos que nos condujeron - sin programarlo en absoluto - a ver uno de los mejores shows de los que tengamos memoria:

1) Enterados del viaje, decidimos sacar entradas para los cuatro días del FIB. No se pueden dejar pasar oportunidades así, menos cuando se puede ver a My Bloody Valentine y comprobar que hay de cierto sobre esas leyendas que corrieron por años sobre sus shows. Pero esto es tema de otro posteo o bien pueden leer mis opiniones en el sitio chileno Super45, en el que amablemente colgaron una crónica de los shows a los que asistí.

2) Nos enteramos que Los Planetas tocaban en el Summercase en fecha coincidente con el FIB. Además se sumaron Mogwai y Los Campesinos! entre otros. Hay que decir que el tercer día del FIB era bastante flojo al punto que la única banda interesante era Brian Jonestown Massacre.

3) Los Planetas se presentan en Buenos Aires!!! Si eso no es mala leche, que le pregunten a los chacareros. La posibilidad de que Los Planetas tocaran en Argentina era casi inexistente. Ahora...que lo hicieran justo en ocasión de nuestro viaje ya resultaba casi imposible. Pero sucedió.

4) H me calentó la cabeza. No se si los lectores sabrán de nuestro fanatismo compartido por la banda granadina. Lo cierto es que, calientes al mango por perdernos el show en BA, decidimos sacar entrada para verlos en el Summercase. Resultado: chau Brian Jonestown Massacre!

5) Promediando el viaje y ya cansados de un ritmo bastante agotador - que tuvo su pináculo en la ultimate psychedelic experience que vivimos en Amsterdam - decidimos calmarnos y optar por un destino que intuíamos tranquilo: Koln o Colonia para los amigos; una amable y simpática ciudad alemana.

6) Buscando desesperadamente un lugar barato para comer, nos dirigimos a los barrios aledaños a la estación del tren - todo el glamour estos pibes - para lo cual tuvimos que pasar por un puente bajo nivel. Allí me llama la atención un póster con un dandy sobre un auto. Miro mejor: es Anton Newcombe. H me llama la atención sobre la fecha del show: es mañana boludo!

7) Así pues, el 7/7 nos dirigimos a sacar nuestras entradas - 16 euros, bastante barato por cierto -. El show era en el Luxor, un lugar no mucho más grande que La Cigale, pónganle. Así es que terminamos en esa bella ciudad viendo una de nuestras bandas preferidas sin esperarlo en absoluto. Lo que se dice, una hermosa casualidad - o sería causalidad mas bien? - Bueno...no nos pongamos filosóficos.

El Show

Demostrando claramente la escasa confianza que la banda debe tener en My Bloody Underground, su último y poco inspirado disco, solo dos temas fueron presentados esa noche: Yeah-Yeah y Golden Frost. El resto, una perla tras otra, con cumbres de alto cuelgue emotivo en Anenome y sobre todo en Hide & Seek y Swallowtail, un tema que raramente tiene cabida en sus presentaciones. En total presentaron 10 temas, BJM style - caóticos y en versiones extendidas -articulados a lo largo de un drone símil sitar que marcaba las transiciones entre los 10 momentos del show; un continuo a partir del cual - en un clima de zapada psicodélica - los siete BJM desarrollaban las canciones.

Una de las claves que hacen que el show de BJM funcione de maravillas, es la sensación de que todo está a punto de desmoronarse. Se nota que la banda está afilada – para los parámetros que manejan, desde ya – porque el énfasis hay que ponerlo en ese a punto. A lo largo de una presentación caleidoscópica, violenta y frágil a la vez, resalta el buen humor de Anton Newcombe que no paró de intercambiar palabras con el público. El final – tras una hora y veinte de show – nos deja re manija.

Culminado el show, nos dirigimos a la puerta del Luxor donde degustamos unas cervezas con doritos. Al rato, sale Newcombe quien le regala una banana (¡) a un chico venezolano que conocimos ahí y rehúsa la oferta de doritos de H. Parece que estaba en el medio de una reyerta amorosa con una tal Kathy – que cantó en Anenome – que al rato se bajó ofuscada del micro de gira. Luego – todo esto es muy groupie – salió Ricky Maymi con su remera de los Triffids, seguido de Joel Gion - el Mozart de las panderetas, desencajado y entrado en peso - quien nos dirigió unas miradas plenas de contenido etílico. Finalmente tuvimos la oportunidad de degustar unos tragos y enaltecer las virtudes de una buena Kolsch junto a Will Carruthers, bajista de prontuario legendario – Spacemen 3, Spiritualized, Sonic Boom -.

Para ese momento, con H ya estábamos bastante pasados de bier, razón por la cual decidimos enfilar hacia el hotel. Al día siguiente, partíamos con L hacia la ciudad-maqueta-república de los niños de Brujas, la ciudad que cierra a las diez de la noche.

sábado, 8 de diciembre de 2007

Todos Los Fuegos El Fuego

A esta altura de mi vida y en esta época del año, suelo ponerme un tanto nostálgico. Y por otra parte no ando con mucho que decir por estos días. Por eso, nada mejor que colgar un video que armó el amigo Chelo que va perfecto con estos ánimos extraños. Ah! La música es de Low y la combinación es demoledora.

Cosas Que Perdimos En El Fuego (Clip Para Sujetar un Poema)

sábado, 24 de noviembre de 2007

De Suecia Con Amor

Debe ser el agua. O el aire. O quizá se trate del clima. Pero lo que sí es seguro es que algo pasa en los países nórdicos. Es que si no, cuesta entender que en una región con la más alta tasa de suicidios del mundo, una extensión desolada de lagos y bosques iluminada – es un decir – por el sol de medianoche, se de una proliferación tan importante de bandas que si por algo se caracterizan es, justamente, por su dulzura. Hablamos de una zona geográfica en la que ese vasto y heterogéneo “a pesar de” se ha transformado en un curioso “gracias a” que ha dado lugar a algunas de las bandas y solistas más interesantes del pop actual. En este caso, nos vamos a referir a dos discos de 2007 que nos deslumbran desde Suecia.




















- Jens Lekman, Night Falls Over Kortedala: Estamos ante un disco ideal para, a) musicalizar un paseo en bicicleta en un día soleado, b) acompañar un baile desencajado y pretendidamente dandy frente a un espejo ó c) saborear cócteles delicados en una fiesta que puede no serlo. A cada cual se le pueden ocurrir combinaciones igual de efectivas. Lo seguro es que todas van a tener que ver con el bienestar, un estado favorecido por la sutileza y la gracia de un compositor que tiene la etiqueta de clásico pegada en su frente. Poco se puede hacer ante la lírica juguetona de este fan de Jonathan Richman que se constituye como el improbable maestro de ceremonias de una celebración en la que se dan cita los más contagiosos arreglos, la profusión de cuerdas y bronces en estado de gracia y las historias más interesantes de un suburbio de Gotemburgo, un lugar en el que – como ya dijimos – algo debe haber en el aire.






















- Shout Out Louds, Our ill Wills: En su cuento breve El Continuo de Gernsback, William Gibson – un conocido autor de ciencia ficción – ponía en boca de uno de sus personajes la idea del fantasma semiótico, una construcción para referirse a esos fragmentos de imaginería de la cultura profunda y popular que se desprenden del inconciente colectivo y toman vida propia. Eso es justamente lo que sucede con Shout Out Louds. La banda sueca producida por Bjorn Yttling (Peter Bjorn & John) parte de una serie de componentes profundamente asimilados – arreglos, sonidos de guitarras y bajos – de protagonistas reconocidos de otra época – en este caso de los 80, de la mano de The Smiths, The Cure y New Order – y los reprocesa en un preparado refrescante, agridulce del que a la gorda de Robert Smith no le vendría nada mal nutrirse para darle nueva vida a un songwriting que viene en franca decadencia. De última, las herramientas están a su alcance: el contribuyó a crearlas. Lo que nos sucede al escuchar Our ill Will es que nos sentimos nuevamente en casa, transportados fugazmente en el tiempo, percibiendo perfumes que creíamos olvidados. Y este milagro viene de la mano de un puñado de canciones memorables que se constituyen como el vehículo ideal de esos fantasmas sonoros.

lunes, 5 de noviembre de 2007

En La Ruta Del Arbol, Un Doblete Mágico

Si me pidieran que defina lo que es una canción perfecta, probablemente me vendrían a la mente una sarta de ideas, algunas más disparatadas que las otras. Sin embargo, solo me bastaría 1 minuto y 34 segundos para ofrecer las pruebas cabales de lo que ese concepto representa para mi. Ese es el tiempo que se toma Guided By Voices para dar cátedra en una asignatura que parece más fácil de lo que en realidad es. Eso es Game Of Pricks, un muy bien 10 felicitado en la escuela de composición de Robert Pollard, un iluminado que escupe melodías memorables como quien se toma un vaso de agua. No voy a aceptar objeciones del tipo “suena mal” o “es una melodía de ducha”. Con respecto a lo primero hay que decir que Guided By Voices nunca volvió a alcanzar las cumbres de calidad melódica de la época en que preferían el registro crudo y de baja fidelidad. Para pruebas, por favor remitirse a sus discos Bee Thousand y Alien Lanes (disco al que pertenece Game Of Pricks). Con los años, la banda fue puliendo su bordes y ganó en claridad y brillo sonoro lo que perdió en habilidad melódica (aunque tampoco es que haya perdido mucho, ojo). En cuanto a lo segundo, que mejor que una canción que se adhiere a nuestro cerebro, pero no como un chicle molesto, sino como una impresión endorfínica que genera placer y pensamientos agradables.

Game Of Pricks – Guided By Voices

Como si esto no bastara, abajo cuelgo otra versión del tema en cuestión, esta vez en manos de esa tremenda banda que es A Sunny Day In Glasgow. El track está incluido en The Sunniest Day Ever, su EP de 2006 que funciona como un concentrado de las ideas sonoras que florecerían magníficamente en ese laberinto de espejos que es Scribble Mural Comic Journal, su álbum debut de 2007.

Game Of Pricks – A Sunny Day In Glagow

lunes, 29 de octubre de 2007

Por La Paz y La Canción
















Clásico y atemporal son dos de los adjetivos más citados a la hora de referirse a Richard Hawley. Y es cierto que ya desde la tapa de Lady´s Bridge, su último disco, no se busca precisamente contradecir esos rótulos acertados. Surgido de la pesada resaca del brit-pop que tenía en Longpigs a una de sus bandas más interesantes (agrupación en la que, de todas maneras, no tenía un rol preponderante); guitarrista invitado de Pulp en su última etapa; hay que decir que nadie estaba preparado para lo que vino a ofrecer Richard Hawley como solista.

Lo primero que hay que tener en cuenta para acercarse al buen Ricardo es lo siguiente: cínicos abstenerse. Sucede que la propuesta de este songwriter de Sheffield es poco apta para las miradas torcidas que se arrogan estar a la vanguardia de las formas musicales, una elite a la que a Hawley poco le importa pertenecer. Así, abrazando algunos de los temas más trillados - la pérdida, el amor, la nostalgia y la soledad – los reviste con exquisito gusto a fin de poder transmitir su idea. ¿Cuál es esa idea? Ni más ni menos que la canción romántica y su poder redentor. Como diría el gran Nacho de Asturias, la paz que trae la canción.

Hay momentos para todo y digamos que Lady´s Bridge no es un disco que uno vaya a poner en una fiesta, ni va a ser la opción indicada si lo que estamos buscando es una propuesta rupturista. Es que Lady´s Bridge es un disco al que poco le importan el cerebro y sus razones. Siempre preferirá estar del lado de un corazón inflamado que no tenga miedo de caer en los valles de la cursilería. Es un disco íntimo, cálido, de tonos ocres, otoñal si se quiere. Pero, una vez más, no nos olvidemos de esa característica recurrente: la atemporalidad, que si a algo se opone es, justamente, a la estacionalidad. Por eso, que mejor que esta primavera para darle la bienvenida a Valentine, esa plegaria de corazones rotos; a ese desborde technicolor que es Tonight The Streets Are Ours y a esa balada misteriosa y narcotizada que es The Sun Refused To Shine: todas ellas muestras acabadas de ese juez y rey que es la canción.

Este año se editó The Travelling Wilburys Collection, un compendio de los dos discos de aquella banda de estrellas en la que relajadamente se divertían George Harrison, Jeff Lynne, Bob Dylan y Tom Petty. No hay que ser muy sagaz para afirmar que el disco que vale ahí es Volume 1, el primero, el que tiene a Roy Orbison como una de sus figuras descollantes, el que elevó la vara de calidad a tal nivel que - con posterioridad a su sorpresiva muerte - tornaría al disco siguiente en una experiencia fallida. Es el disco que tiene Not Alone Any More, el álbum que captó los últimos destellos de la leyenda de Vernon, Texas. Lo importante, lo mejor de todo esto, es que con Richard Hawley nos podemos quedar tranquilos. Ya tenemos a nuestro propio Roy Orbison.

Valentine

Tonight The Streets Are Ours

lunes, 22 de octubre de 2007

Música Para Pastillas















Spacemen 3 - Perfect Prescription

En estos días se editó la edición conmemorativa por los cuarenta años del lanzamiento de The Piper At The Gates Of Dawn, el álbum debut de Pink Floyd; uno de los discos paradigmáticos en eso de sentar las bases del space rock. Hay que decirlo: no fue el único. Ahí están los discos de Hawkind, olvidados con injusticia. Pero el debut de Floyd pasó a la historia por su maraña hipnótica de cuelgues mántricos, pirotecnia psicodélica de alto calibre, referencias a gnomos, bicicletas, espantapájaros y sobre todo a la omnipresencia del espacio como idea guía del disco y de su música. Un sonido cósmico que embrujó a Syd Barrett y lo disparó en un viaje interestelar sin retorno que lo depositaría en un limbo espeso del que ya nunca pudo escapar. Pero stop. No voy a seguir hablando del primer disco de Floyd. Tan solo me voy a limitar a decir que las cuerdas cósmicas, los agujeros de gusano y los mensajes del Mayor Barrett trazaron una cartografía imposible de la infinitud espacial que generó toda una pléyade de bandas guiadas por una única idea: el espacio es EL lugar. Y hacia allí se dirigieron Jason Pierce y Peter Kember al frente de la nave Spacemen 3.

Su segundo disco, Perfect Prescription, es un monumento monolítico – por ese monolito astral y metafísico de 2001: A Space Odyssey, aclaremos – que propone un círculo vicioso nunca mejor ilustrado que en el nombre de otro de los discos emblemáticos de Spacemen 3: Taking Drugs To Make Music To Take Drugs To; un vórtice de drones y minimalismo melódico y percusivo que desacelera las funciones orgánicas y las hunde en un aletargamiento mudo e hipnótico que, una vez más, favorece ese tipo de viaje interno que puede resultar tan o más vertiginoso que el más lanzado de los viajes espaciales. De todas maneras, las drogas no resultan necesarias. La sola música genera esa sensación. Y si bien el disco fue grabado bajo los efectos de toneladas de sustancias, no hay una tan poderosa como este disco en si mismo. Resulta curioso leer los nombres de los temas en forma progresiva: nos damos cuenta de que es la perfecta descripción de un viaje de drogas y no precisamente de las suaves. Otro antecedente es clarísimo: Velvet Underground y su Heroin, toda una simulación musical del acto de fijarse, el rush inicial y la posterior laxitud y dejadez somnolienta y desganada del que está colocado.

Nunca más apropiado entonces el titulo del disco: una prescripción perfecta para ponernos en marcha, elevarnos de nuestros asientos y asistir al encuentro con entidades en un derrotero que - como en la película de Kubrick – puede llevarnos a los confines del universo y el tiempo y de allí, de vuelta a nuestra habitación y a nuestra realidad mortal.

Bajátelo acá

lunes, 8 de octubre de 2007

Ficha Técnica

Caléxico en La Trastienda

El Show: va tranquilo para convertirse en uno de los shows del año, rankeando ahí arriba con el de Vetiver en el mismo lugar y el de Nacho Vegas en Harrods. Está bien que faltan los shows de Battles y de LCD Soundsystem, pero entre estos armamos el Top 5.

El Lugar: La Trastienda, que hoy por hoy es un lugar ideal para los shows en vivo. De hecho, no recuerdo una mala presentación en ese lugar. El sonido es increíble, bah...en realidad suena como debería sonar cualquier lugar decente. Lo que pasa es que venimos acostumbrados al pésimo sonido imperante en los festivales (recordar sino a New Order el año pasado). El problema del boliche de Telerman es el precio de las entradas y de cualquier cosa que uno decida consumir en el lugar.

La Gente: para variar, con unas ansias desmedidas de dialogo, principalmente en el fondo. Son los poseurs fashion. Afortunadamente, el buen sonido lograba taparlos bastante bien.

La Banda: Afiladísima en todas sus líneas; con una base rítmica potente, hiper contagiosa y, a la vez, llena de sutilezas; dotada de una gran habilidad para trasladar los arreglos de los discos al vivo. Y si bien no estuvieron los mariachis, las intervenciones en trompeta de Jacob Valenzuela y Martin Wenk lograron que no se los extrañe. Joey Burns contagió buena onda todo el tiempo y demostró ser un tipo muy sencillo, con cero ínfulas de rock star (en una actitud diametralmente opuesta a -digamos- Los Álamos quienes, da la sensación, sienten que están haciendo música trascendental. Para muestra bastaba mirar toda esa gestualidad exagerada). Volviendo a los muchachos de Tucson, las palmas se las llevó Paul Niehaus que con su ejecución de pedal steel, dejó con la boca abierta a quien escribe.

Que Faltó: no se le puede reprochar nada a la banda. El show fue tremendo y culminó a toda fiesta con el público de pie y entregadísimo. De todas maneras, me quedé con ganas de escuchar Ballad Of Cable Hogue y Quattro. Por su parte, H. se lamentó de que no tocaran esa demolición épica que es All Systems Red, el último track de Garden Ruin.

Que Sobró: esas líneas del Desaparecido de Manu Chao en Guero Canelo, el cierre del show.

La Sorpresa: el momento emotivo de la noche fue una inesperada y hermosa versión de Alone Again Or, aquel himno de Love que Caléxico hizo suyo con total naturalidad y para delirio de los presentes. Por mi, hubieran terminado el show ahí. Eso me llevó a pensar lo triste que resultó la primera presentación de Stephen Malkmus en Argentina, con todo ese karaoke indie-decadente. Con el tema de Love, Caléxico dio una muestra de contundencia, respeto, genuina sensibilidad y homenaje a una banda esencial para entender de que iba la psicodelia folk-rock de la costa oeste norteamericana en los años 60. Y no me vengan a hablar de los Doors
.

Bonus: Joanna Newsom tocó en Niceto. Solo diré que fuimos tocados por un hada. No somos dignos…