lunes, 29 de octubre de 2007

Por La Paz y La Canción
















Clásico y atemporal son dos de los adjetivos más citados a la hora de referirse a Richard Hawley. Y es cierto que ya desde la tapa de Lady´s Bridge, su último disco, no se busca precisamente contradecir esos rótulos acertados. Surgido de la pesada resaca del brit-pop que tenía en Longpigs a una de sus bandas más interesantes (agrupación en la que, de todas maneras, no tenía un rol preponderante); guitarrista invitado de Pulp en su última etapa; hay que decir que nadie estaba preparado para lo que vino a ofrecer Richard Hawley como solista.

Lo primero que hay que tener en cuenta para acercarse al buen Ricardo es lo siguiente: cínicos abstenerse. Sucede que la propuesta de este songwriter de Sheffield es poco apta para las miradas torcidas que se arrogan estar a la vanguardia de las formas musicales, una elite a la que a Hawley poco le importa pertenecer. Así, abrazando algunos de los temas más trillados - la pérdida, el amor, la nostalgia y la soledad – los reviste con exquisito gusto a fin de poder transmitir su idea. ¿Cuál es esa idea? Ni más ni menos que la canción romántica y su poder redentor. Como diría el gran Nacho de Asturias, la paz que trae la canción.

Hay momentos para todo y digamos que Lady´s Bridge no es un disco que uno vaya a poner en una fiesta, ni va a ser la opción indicada si lo que estamos buscando es una propuesta rupturista. Es que Lady´s Bridge es un disco al que poco le importan el cerebro y sus razones. Siempre preferirá estar del lado de un corazón inflamado que no tenga miedo de caer en los valles de la cursilería. Es un disco íntimo, cálido, de tonos ocres, otoñal si se quiere. Pero, una vez más, no nos olvidemos de esa característica recurrente: la atemporalidad, que si a algo se opone es, justamente, a la estacionalidad. Por eso, que mejor que esta primavera para darle la bienvenida a Valentine, esa plegaria de corazones rotos; a ese desborde technicolor que es Tonight The Streets Are Ours y a esa balada misteriosa y narcotizada que es The Sun Refused To Shine: todas ellas muestras acabadas de ese juez y rey que es la canción.

Este año se editó The Travelling Wilburys Collection, un compendio de los dos discos de aquella banda de estrellas en la que relajadamente se divertían George Harrison, Jeff Lynne, Bob Dylan y Tom Petty. No hay que ser muy sagaz para afirmar que el disco que vale ahí es Volume 1, el primero, el que tiene a Roy Orbison como una de sus figuras descollantes, el que elevó la vara de calidad a tal nivel que - con posterioridad a su sorpresiva muerte - tornaría al disco siguiente en una experiencia fallida. Es el disco que tiene Not Alone Any More, el álbum que captó los últimos destellos de la leyenda de Vernon, Texas. Lo importante, lo mejor de todo esto, es que con Richard Hawley nos podemos quedar tranquilos. Ya tenemos a nuestro propio Roy Orbison.

Valentine

Tonight The Streets Are Ours