miércoles, 11 de julio de 2007

Amigo Piedra























Stoned (Stephen Woolley, UK, 2005, 102´)

Son conocidas las circunstancias y acontecimientos previos a la muerte de Brian Jones: su progresivo deterioro físico y mental, el abuso de drogas, su creciente paranoia, su cada vez más escaso aporte a los Rolling Stones y el último clavo en el ataúd que significó su desafectación de la banda a manos de Jagger y Richards. Dictaminada como “muerte accidental” por el oficial médico y con evidentes señales de abuso de drogas y alcohol, la causa de su muerte nunca fue aclarada. Sin embargo, una de las pistas más firmes es la que apunta a que un albañil contratado por Jones para reformar su casa, fue el que luego de una discusión y harto del divismo de la estrella, lo ahogó en su pileta.

Esta es la línea argumental que sigue Stoned, película dirigida por el inglés Stephen Woolley. Concentrándose en los tres meses previos a su muerte y recapitulando algunos momentos esenciales de la vida de Jones mediante la utilización de flashbacks, la película se concentra en la convivencia esquiva de Jones con Anna Wohlin – su novia de ese momento – y la siempre inquietante presencia de Frank Thorogood, el albañil a cargo de las reformas de su casa.

Lo que podría haber sido una película por demás interesante, no pasa de ser un barato telefilm que tiene escrita por todos lados la palabra Hallmark. Es que la película está teñida de ese didactismo for dummies y de esa visión simplificada que son una marca registrada en las producciones de ese canal. Porque, vamos, la materia prima es buenísima: la conflictiva relación de Jones con Jagger y Richards, su rol inicial de líder de los Stones y su progresiva marginación del proceso creativo de la banda; ni que hablar de su enfermiza relación amorosa con Anita Pallenberg, quien lo abandonara por Keith Richards, personificado como un músico carilindo y mojigato, en una elección de casting poco afortunada. De hecho, toda la secuencia que muestra el deterioro de la relación de Jones con Pallenberg - los supuestos golpes que aquel le propinaba y su flirteo y posterior fuga con Richards - resulta cómica sin proponérselo, poco favorecida por un tratamiento típico de novela de las cuatro de la tarde que incluye un Keef de la más noble madera poniendo cara de vecina chismosa y enojada ante el maltrato de Jones hacia su por entonces novia. Creo que la historia original debe haber sido un tanto más heavy.

Asimismo, sucesos trascendentales como la visita de Brian a Marruecos y la grabación que realizó de los Master Musicians of Jajouka, son mostrados con una liviandad digna de tiras juveniles al estilo de Clave de Sol o Pelito (con esto evidencio un poco mi edad) con el músico agitando su cabeza ensoñadamente, con una cara de idiota terminal: algo así como un video clip hiper estilizado y trucho. Sabida es la alta estima que Jones guardaba por William Burroughs: que mejor, entonces, que mostrar una toma descuidada en que, como al pasar, deja El Almuerzo Desnudo sobre una mesa. En resumen, la película es cliché puro.

¿Y la música? Bueno…ni siquiera ese rubro se salva. Evidentemente semejante film no debe haber contado con la bendición de sus majestades, asunto por demás evidente ya que la película no incluye ningún tema de los Stones en sus versiones originales. Así, por ejemplo, la secuencia final posterior a la muerte de Brian Jones está musicalizada por una versión muy extraña de Time Is On My Side a cargo de A Band Of Bees (o The Bees a secas) quienes también se hacen cargo de otras elecciones. Otro momento bizarro es la versión de Ballad Of a Thin Man por los olvidados Kula Shaker (claro, este pastiche nunca podría haber estado en la consideración del viejo Bob). Lo único que se agradece es la inclusión de Lazy Sunday de los Small Faces y el White Rabbitt de Jefferson Airplane, esta vez sí en sus versiones originales.

El resultado de esta suma de clichés, actuaciones inverosímiles y esa facilidad para quedarse en la superficie de una historia que tiene mucha tela para cortar, convierten a Stoned en una experiencia poco recomendable para fans, que se lamentarán por asistir a una banda ridiculizada y a un Brian Jones de utilería llevando adelante los hilos de un guión infantil. Para el resto del público, no obstante, puede resultar un entretenimiento adecuado para ver luego de esa otra caricatura que es The Doors, la película de Oliver Stone.