viernes, 18 de mayo de 2007

En El Blanco



Lista para disparar, el nuevo disco de Blanco acaba de salir al ruedo. Casi un disco debut, se podría decir, ya que el anterior - Boca Per Versa, un Ep de 7 temas – plasmaba buenas ideas pero sin orientarse en una línea definida: cada uno de sus temas mostraba un estilo diferente y el resultado final hacía las veces de un muestrario de las posibilidades del grupo. Uno no sabía bien cual era la onda de Blanco. Bueno, ahora todo eso cambió. Lista para Disparar muestra a una banda en pleno dominio de sus poderes, a una banda que decide encarar una producción ambiciosa y que logra llevarla a buen puerto, a un grupo de amigos que sin preocuparse demasiado por los estilos en boga deciden acometer su propia versión de lo que debería ser el pop de guitarras, de como debería sonar un disco y de lo que debería ser un álbum conceptual.

¿Que encontramos en el disco? Varias cosas: En primer lugar, la sensación de que se trata, sin duda, de un set de canciones que dentro de su heterogenia y su variedad de matices, logran transmitir un clima uniforme. Refuerza esta sensación, la decisión de unificar las composiciones sobre un continuum de kalimbas que le otorgan al disco una fluidez orgánica que no se corta salvo para la exhibición del último track del álbum: En 41, un experimento con programación rudimentaria que explota en un aletargado mantra impulsado a base de órgano: una invitación al canto fogonero. Dejando de lado el mencionado tema, el resto del disco funciona en forma conjunta y revaloriza la importancia del álbum como obra, un concepto bastante desestimado por estos días de descargas masivas. Así, resonando en un remolino de electricidad valvular, se desenvuelven las diferentes imágenes y colores de una nutrida paleta sonora (que en Adiós logra traspolar un hilarante clima de feria de atracciones en un juguetón arreglo de trompetas).

En segundo lugar, producto de una cuidada planificación y de un importante trabajo de preproducción, el disco muestra claramente a una banda que ha madurado en relación a su primer EP. Ya no encontramos titubeos, esbozos de lo que podría ser una buena canción; incluso la elección de un cover para el disco – La Luz De La Cara Roja, de Don Cornelio y La Zona – tiene perfecto sentido, integrándose orgánicamente en el fluir sonoro y demostrando la grandiosidad del tema con un original arreglo con raíces en el post punk mas tumbero.

Más arriba hablaba de álbum conceptual. Antes de que a alguien le agarre un brote de urticaria, aclaro a que me refiero: básicamente a que Blanco decidió que tracks con sonidos disímiles y temáticas diferentes se integraran dentro de una historia de amor interplanetaria, delineada en un interesante comic que ocupa las páginas del librito del disco y que permite medir las letras en ese contexto. La idea termina de cerrar con el logrado arte de tapa: un homenaje al cine bizarro de clase B y a sus emblemáticos posters.

El disco impacta desde su arranque con 41, una viñeta que deja en claro cual va a ser el motor propulsor de la historia: Lady Ballymore. Continua con la sutileza de Soy (con sus teclados como sabanas) y A Buscarte (que a un amigo de la casa le recordó a – epa! - Neil Halstead. Se agradece). Sigue en su parte media con los jugueteos psico-mariachis del mencionado Adiós y la fragilidad de Lejos. Nos dejan así preparados para el grand finale: el furioso tríptico constituido por el cover de Don Cornelio, por N/N y por Ballymore, inflamado brote que marca el fin de la aventura.

Como imagino que después de todo esto querrán comprobar por ustedes mismos las bondades del disco, acá abajo les dejo el link para que se lo bajen completo. Después, si pueden háganse de el, que bien vale la pena tenerlo para seguir la música con las imágenes espaciales de la historia. Después me cuentan!