lunes, 24 de septiembre de 2007

Popart




















Que buena banda era Wire. Siempre me pareció increíble la capacidad que tenían para reinventarse y evolucionar de disco a disco. Partiendo de un álbum de punk seco y cortante que miraba torcido al resto de las bandas de la época (Pink Flag, 1977), siguieron con la que para muchos es su obra maestra, Chairs Missing (1978): un álbum en el que combinaban con gran habilidad aceleraciones filosas, teclados nivales y un haiku de perfección pop encapsulado en menos de dos minutos: Outdoor Miner, un tema cuya letra oblicua hace referencia a un insecto (no era la única canción entomológica; también estaba I Am The Fly). De ahí, un salto sin escalas a los páramos congelados de la experimentación claustrofóbica y los fuegos fatuos del prog presentes en 154 (1979), el tercer disco que hace trascender a Wire más allá de los confines estrechos del punk. Allí, aisladas en los paisajes de geometría glacial del disco, brillaban dos canciones imposibles que reflejaban la sensibilidad pop de Colin Newman, el líder de la banda: The 15th y Map Ref. 41ºN 93ºW.

Luego de esos tres destellos, sobrevino la combustión espontánea que los hizo implotar y desaparecer hasta que una reunión en 1987 los colocó de nuevo en el firmamento de las bandas que importan. Siguieron tres discos más en los que cruzaron la experimentación y la canción vanguardista sobre un tapiz de synth pop que redefinió las coordenadas de su sonido. Las muestras más acabadas de esa nueva orientación muy a tono de los tiempos que corrían, están en The Ideal Copy y A Bell Is a Cup...Until It Is Struck, dos discos datados pero plenos de emocionante acid pop.

Su reunión en 2003 fue indigna de su ilustre pasado pero, por suerte, Colin Newman nunca dejó de moverse y además de algunos discos buenísimos que facturó con su nombre, encauzó su talento en Githead, una banda con nombre de insulto que editó un disco que es cualquier cosa menos agraviante: Art Pop, un título que es toda una declaración de principios. Y ah...bueno!; sinceramente no estaba preparado para el impacto que me generó este objeto candente de inspiración desbordante: un exhibición de grooves hipnóticos, avant pop texturado y estribillos que se zarpan de emotivos y catchy.

Hay dos momentos tremendos: el primero lleva por nombre These Days, un tema que se mueve con gracia de equilibrista sobre una pared delgada y osmótica: a un lado, los terrenos misteriosos y desolados del riesgo sónico; al otro, ese don enorme para dar con la fórmula de la canción no obvia e intoxicante. El otro uppercut, el que nos hace morder el polvo, es All Set Up, del que solo diré que es un licuado perfecto de los mejores momentos de toda la carrera de Wire. Para coronar esta demolición, y a pesar de eso dibujarnos una sonrisa estúpida, llega Live In Your Head, un cierre de calma hipnótica y pastoral que tira cables al Julian Cope más reposado.

No voy a decir mucho más. Simplemente, que esto no lo vi venir. Los meteoritos no cayeron solo en Perú. Fíjense, abajo hay tres fragmentos muy candentes.

These Days

All Set Up

martes, 18 de septiembre de 2007

Spiegelsaal



















Battles - Mirrored

Todos los años se editan un puñado de discos a los que podríamos denominar “raros”; discos que vienen a desencajar oídos y percepciones y a desestabilizar la conformidad y previsibilidad de una escena que replica sonidos en una cadena de montaje fordista que reproduce los moldes más rancios. El año pasado, uno de esos discos indefinibles fue el Drum´s Not Dead de Liars, algo así como el Inland Empire musical de 2006. Este año son varios los álbumes que entran en esa categoría: el Strawberry Jam de Animal Collective, el Person Pitch de Panda Bear, Andorra de Caribou y el disco vuela cabezas indiscutido: Mirrored de Battles.

Si Drum´s Not Dead – nunca un título más apropiado – era un tratado experimental de batería, drones y paisajes ambientales, Mirrored no es otra cosa que la deconstrucción biónica y ad infinitum de toda una estructura sónica que también tiene a la batería como eje de apoyo. Pero ¿cómo podemos definir el asalto sonoro al que nos somete Mirrored? Si me atengo a las convenciones de manual, no voy a desentonar si lo defino como math rock, rock matemático, cerebral y clínico, con poco lugar para la emoción. Un estilo que comparte coordenadas con ese territorio de límites imprecisos que es el post rock. Sin embargo, si por un momento aceptamos esa concepción, tenemos que decir que la música se sustenta sobre una serie de variables en fuga que descontrolan las ecuaciones conocidas y hacen esquivo el valor de x. O sea, un rock matemático en el que los postulados volaron por el aire.

Antes hablaba de Animal Collective y de Panda Bear, dos proyectos que tocan tangencialmente el delirio de Battles. Es que si a los collages psicodélicos de Strawberry Jam les quitamos los hongos, el fogón pirotécnico y el hippismo acústico, el resultado no está muy lejos de la matriz de loops rítmicos de Mirrored. Todo en el disco está propulsado sobre un groove enfermizo y contagioso apto para desatar la danza más espástica. Es música cerebral, sí, pero una en la que las neuronas se desatan en un remolino de furia eléctrica. Todo el disco es una amalgama de guitarras, bajos, samplers, baterías, teclados que no remite a nada conocido. Es como si una banda de rock convencional sobrevolara el Triangulo de Las Bermudas y sufriera el descontrol de sus instrumentos y certezas para terminar plegada sobre si misma y lanzada a una realidad paralela regida por otro corpus de leyes físicas. Impresionante.

El 15 de Noviembre, Battles se estará presentando en Santiago de Chile que será la afortunada testigo de uno de los mejores shows en vivo del momento (ver abajo). De Buenos Aires, ni noticias por ahora. Evidentemente, con ciertas excepciones – Joanna Newsom, Caléxico, LCD Soundsystem - la plaza porteña no está muy abierta a las propuestas arriesgadas, innovadoras y experimentales. El 2 de Noviembre se viene el ridículo Festival Yeah con Starsailor, Travis y The Killers. Me parece que lo que está faltando es un Festival No! o uno que se llame Fuck Off. O al menos, que alguien se ponga las pilas y traiga a Battles.

Descargate Mirrored


lunes, 10 de septiembre de 2007

Katy Song

Estoy obsesionado con los Red House Painters. Últimamente me dediqué a hacerme de todos los discos firmados por Mark Kozelek. Obviamente los de Sun Kil Moon también cayeron en la volteada. Pero hay una canción que brilla por sobre todas las demás y que estuvo dando vueltas en mi cabeza durante todo este invierno que ya termina. Esa canción es Katy Song.

Esta conmovedora balada se encuentra en el segundo disco de los Red House Painters aka Rollercoaster, por esa montaña rusa en sepia que ilustra su hermosa tapa. Una portada muy apropiada que refleja con gran precisión el tono del disco y las emociones fluctuantes que se despliegan a lo largo de él. Una obra maestra en eso de articular la vulnerabilidad, la desesperación y el dolor por una ruptura amorosa con la morosidad frágil de una música que nos sumerge en su textura opresiva y en ese estado de latencia deprimente de domingo por la tarde, un momento ideal para escuchar este disco.

Pero vuelvo a Katy Song. El comienzo es sobrecogedor. Una línea de guitarra memorable y climática, el bajo que se suma y la lentitud acompasada de la batería que van conformando la postal de una dolorosa separación. Los resabios de una última primavera que imprime sus noches y sus roces íntimos en la película vacía de lo que ya no va a ser, en el vértigo por ese tiempo juntos que se termina y en el vacío insondable que sobreviene a la despedida, reflejado en esa tremenda frase final: without you what does my life amount to? Todo ese sufrimiento está ahí, en la letra que reproduzco abajo

some escape some door to open
this path seems the blackest but i
guess it's the soonest
but there in the clearing i
know you'll be wearing
your young aching smile and
waving your hand
can't go with my heart when i
can't feel what's in it i
thought you'd come over
but for some reason you didn't
glass on the pavement under my shoe
without you is all my life amounts to

a final sleep no
words from my cutting
mouth to your ear or
taut wicked pinches
from my fingers to your bitter face
that i can't heal
i know tomorrow
you will be
somewhere in london
living with someone
you've got some kind of family
there to turn to
and that's more than i could ever give you

a chance for calm
a hope for freedom
outlet from my cold solitary kingdom
by the forest of our spring stay
where you walked away
and left a bleeding part of me
empty and bothered
watching the water
quiet in the corner
numb and falling through
without you what does my life amount to


La música es el perfecto ropaje para tan desalentadores sucesos y resulta inevitable sumergirnos en ese template de melancolía indecible que se despliega durante los primeros cuatro minutos y medio. Después pasa algo que lleva la canción a otro nivel. Más precisamente entre los 4:33 y los 5:00 sobreviene una línea melódica y un tarareo de Kozelek que ni bien concluido, deseamos que vuelva a repetir. Kozelek sabe que alcanzó un momento de perfección. Nosotros también lo sabemos. Y por eso, decide prolongarlo durante los siguientes cuatro minutos y hasta el final de la canción, incorporando un sutil crescendo de guitarras en un caos controlado. La sensación que provoca es algo así como de melancolía eufórica.

No hay mucho más para decir. Simplemente creo que se trata de una canción perfecta, conmovedora, con una letra de increíble tristeza y una ejecución que combina sutileza, emoción y euforia de la manera más natural. Mi sugerencia es que se bajen el Retrospective completo y después cada uno de sus discos empezando por el Rollercoaster. Finalmente, como no podía ser de otra manera, abajo pongo el link para que se bajen la canción y juzguen por ustedes mismos.

sábado, 1 de septiembre de 2007

Los 80 Que No Miramos - Segunda Entrega




















Estoy hasta acá arriba de Franz Ferdinand. No es que su música sea mala. No, definitivamente no es eso. Lo que me pasa es que - para variar - creo que su éxito es desmedido. O sea, ellos lo único que querían era hacer música para hacer bailar a las chicas y vaya si lo lograron! Atesoran un puñado de hits instantáneos, una habilidad tremenda para los ralentis, quiebres y cambios de ritmo, algunas letras interesantes y riffs infecciosos montados sobre una base de pulso dance apta para las pistas mundiales (prueba de ello son los incontables remixes que los más diversos artistas han hecho de sus temas, lo cual no hace otra cosa que confirmar que sus canciones ya tienen incorporados los genes que hacen mover la patita). Pero me fui por las ramas y hay algo que me sigue molestando: sucede que esto ya lo hicieron otros grupos mucho tiempo antes, mucho mejor y sin un ápice del éxito de los Ferdinand. Porque basta escuchar los discos de Orange Juice, Subway Sect y sobre todo de Josef K para darse cuenta que todos los elementos que hoy efectivamente hacen delirar a las chicas - y chicos, por que no - ya estaban ahí a comienzos de los 80 esa década injustamente ninguneada, o maltratada si nos atenemos a la concepción borrosa y limitada que arrojan los compilados del ochentoso de Matías Martin.

¿De que hablamos cuando hablamos de Josef K? En primer lugar del personaje principal de El Proceso, el libro de Franz Kafka. En segundo lugar, de una enorme banda escocesa que tomó el nombre de ese atribulado personaje y lo hizo carne en su novedosa amalgama musical: una combinación inspirada de guitarras filosas y limpias - sin distorsión -, ritmos acelerados con un marcado groove funk, pinceladas electrónicas y la impresionante voz de ultratumba de Paul Haig. La banda surge en Edimburgo a principios de 1980 y luego de algunas presentaciones captan la atención de Alan Horne, fundador del legendario Postcard Records y una figura equiparable a Tony Wilson en lo que respecta a fogonear una escena y creer ciegamente en las posibilidades de grupos desconocidos. Así, fichados para Postcard Records, entablan una suerte de competencia con Orange Juice, la otra banda estrella del sello, que desde Glasgow mantiene encendida la llama viva de una rivalidad amistosa generada por la mutua admiración. Ciertamente, ambas bandas comparten similitudes tanto en su sonido como en el desgano apasionado y anti-rock de sus vocalistas, aunque en el caso de Josef K, los temas son bastante más densos y oscuros y muestran evidentes señales de la fragilidad depresiva de su líder Paul Haig. Es que, como dice Haig en palabras recogidas por Simon Reynolds para su increíble libro Rip It Up And Start Again, mientras que Edwyn Collins - de Orange Juice -estaba leyendo El Cazador Oculto, ellos estaban más concentrados en El Proceso y eso dice mucho de las diferencias de tono entre una y otra banda. En ese sentido, las comparaciones con Joy Division no son desacertadas. De hecho, ese temazo que es It´s Kinda Funny está inspirado en la muerte de Ian Curtis.

Luego de dos singles impresionantes - Radio Drill Time y el mencionado It´s Kinda Funny - la banda comienza la grabación de Sorry For Laughing, un disco cuyo sonido no satisfizo ni a la banda ni a Alan Horne y que jamás sería editado oficialmente. Unos meses después la banda se encierra y en una semana registran The Only Fun In Town, su debut oficial editado en 1981 y lamentablemente, también su despedida ya que poco tiempo después la banda se separaría.

Volviendo a Franz Ferdinand, no seamos tan duros con ellos. De última, reconozcámosle el mérito de haberse fijado en una época olvidada y de haber adoptado esa urgencia a mitad de camino entre el post punk y la new wave con que las bandas escocesas agitaron la escena a principios de los 80. Además, gracias al éxito de Franz Ferdinand, su sello - Domino - decidió poner en funcionamiento sus dotes arqueológicas, revolver los archivos y echar luz sobre ciertos rincones que juntaron moho por demasiado tiempo. Gracias a ese renovado interés, hoy podemos acceder a esos singles brillantes, ese disco abortado y a una selección de los temas que integraron aquel debut, los que junto con una presentación en el programa de John Peel conforman la heterogénea e irresistible propuesta de Entomology, editado por Domino en 2006.

Y como en Serge&Destroy nos gusta compartir, acá abajo está el link para bajarse el disco y de bonus va también el link de descarga para The Glasgow School, el compilado de Orange Juice que, con un criterio similar, Domino editó en 2005.

Josef K – Entomology

Orange Juice – The Glasgow School